EL GESTO IMPULSIVO.
La danza nace con el hombre, está en él desde sus orígenes, en cada movimiento, en cada gesto impulsivo que realiza.
Antes de descubrir la palabra, probablemente el hombre descubrió la magia de sus movimientos y ritmos (latidos, contracciones…). Abriendo los brazos en círculo reflejaría la redondez del horizonte; elevándose… sus ansias de volar; con un encogimiento del cuerpo, agachándose… el impulso de las bestias dispuestas para el salto. Estos serían los primitivos ‘port de bras’, ‘plié’ o ‘relevé’ de la danza clásica. El hombre ha trabajado estas actitudes para configurar poco a poco, paso a paso, la danza.
Lo que hace diferentes a las danzas es sin duda el medio físico, el entorno en que los pueblos viven con unas características que influyen en su comportamiento, en sus costumbres y en definitiva en su cultura. La danza es vehículo de las culturas a través del tiempo, con el mensaje de las necesidades vitales y religiosas de cada época, raza o lugar geográfico.
La danza primitiva respondía a una descarga emocional del individuo que, por imitación, realizaba el resto de sus compañeros uniéndose a esa rítmica y repetidora sucesión de gestos. Estas emociones estaban ligadas a actividades o circunstancias sociales con un cierto sentido mágico: recolección de frutos, caza, muerte, matrimonio, guerras….
El hombre hacía uso en colectividad de este arte como instrumento mágico en su lucha por la supervivencia.
El sexo ha estado casi siempre presente en todas las danzas siendo mucho más fuertes y significativas las danzas primitivas.
Podemos asegurar que cada ser humano, al correr o caminar, dibuja su propia danza en una sucesión de movimientos muy personales que le definen, le caracterizan. Algunos policías danzan mientras dirigen el tráfico.
La cuna de la danza con un cierto tratamiento coherente, con intencionalidad de espectáculo y preocupación por su estudio se sitúa en Egipto. La cultura egipcia da a conocer los primeros ballets de la historia con la celebración de unos misterios en honor de Osiris, esposo de Isis.
Dentro del ‘gesto como origen de la danza’ merece especial atención la tradición de la danza oriental, la danza en Japón y la India.
La India es un país que ha conseguido conservar sus tradiciones artísticas inalterables. En gran parte, esta firmeza tiene sus raíces en el dominio popular de la religión y la filosofía. La danza india es particularmente interesante, exótica, llena de simbolismos. Utiliza el movimiento de las manos en un lenguaje complicado y difícil para expresar toda la gama de sentimientos. El más conocido de los bailes hindúes es el kathakali. Es interpretado solo por hombres y los papeles femeninos son representados por hombres con trajes de mujer. La técnica es difícil y necesita un duro aprendizaje.
Japón tiene dos formas principales de arte teatral, la clásica o Noh, reservada a las clases cultas, nunca bajó a la plaza pública, y la popular o kabuki. Esta última incluye canto, música, mímica y danza. También tiene su origen en las ceremonias rituales o religiosas. Al igual que el kathakali, el kabuki generalmente ha sido interpretado por los hombres. Llevan la cara maquillada con una pasta blanca que suple a las caretas que usan en otros estilos.
Podemos definir entonces el gesto impulsivo como esa actitud impelente, ese empuje del hombre para producir movimientos que inciten, que estimulen, que exciten, que nos hagan sentir vivos.