Gesto sonoro
Para que un gesto sea sonoro, su protagonista, el elemento que lo produce, necesitará de un segundo agente que ayude al gesto a conseguir su sonoridad. El gesto sonoro es una faceta que acompaña, apoya, complementa al gesto impulsivo.
Vicente Escudero fue una representación única del baile jondo, figura relevante de nuestra danza que bailó con Antonia Mercé la Argentina y que conoció a Picasso, Dalí, Pedro Salinas… a nuestros grandes. Creó un decálogo del buen bailar que reúne los gestos básicos del bailarín de flamenco.
Podemos considerar gestos sonoros a la coincidencia de determinados gestos corporales con determinados giros musicales.
Unido al estímulo musical, el movimiento permite una comprensión más amplia de la música, que no sucede cuando uno escucha o cuando uno se mueve sin escuchar.
A veces el ritmo musical no existe, el camino expresivo de sonidos es marcado por el ritmo de uno o varios cuerpos. Ritmo existe en la respiración, en la circulación de la sangre. Ritmo y sonido tienen las palabras, nuestros pasos, cada movimiento en silencio tiene también su propio ritmo.
En realidad, los gestos sonoros de la danza en general pueden expresar por sí mismos, acompañando al movimiento, la alegría, la pena, el dolor, el horror, la delicia, el goce, la calma espiritual…
La finalidad de la música fue, desde el primer momento, suscitar emociones colectivas, ser un estímulo para el trabajo, la satisfacción en el ocio o para la guerra. La danza también consigue estos valores, aturde o excita, embruja e incita a la acción.
Con la música se puede expresar incluso el silencio y con el ballet la nada y el vacío.
{youtube}Io97HKpZT8E{/youtube}