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Agua, Poder, Arquitectura. Las Fuentes Públicas en la Andalucía de la Edad Moderna
Fecha de publicación: 20 Abr 2017

Agua, Poder, Arquitectura. Las Fuentes Públicas en la Andalucía de la Edad Moderna

Publicado por Ateneo de Motril

3. Las principales tipologías

La arquitectura renacentista, barroca y neoclásica nos ha legado un rico acerbo de fuentes monumentales, con importantes aportaciones formales, técnicas y ornamentales que, a la postre, se pueden se pueden integrar en pocas variantes tipológicas: las más importantes, sin duda alguna, son las llamadas fuentes adosadas y las exentas, siendo de mención otros más infrecuentes que como las fuentes de fachada y las cubiertas, cuentan con escasos aunque destacados ejemplos en el ámbito andaluz.

3.1. Fuentes adosadas

Foto de la Fuente de los CINCO CAÑOS

El modelo más antiguo en su origen y más usado por su facilidad de diseño y su amplia funcionalidad es la fuente adosada, consistente en una estructura adherida a un inmueble, muro, muralla o cerca. Sus raíces se hunden en los sencillos abrevaderos de tradición medieval. A esta tipología corresponde, por extensión, el término pilar, pues no falta nunca el pilar, abrevadero o depósito apto para consumo de caballerías y otros animales. El Renacimiento aportará el tratamiento estructural del muro de fondo, soporte de los caños y de la ornamentación. A veces se dispone también de caños independientes que vierten a piletas para facilitar la recogida de agua mediante cántaros.

Foto del Caño de Wamba

La tipología de pilar o fuente adosada es la más extendida a lo largo y ancho de la geografía española. Sus variantes son múltiples, desde la sencillez extrema hasta la confección de retablos heráldicos y escultóricos, dependiendo de la naturaleza y representatividad del encargo, aunque existe también una cieta evolución estilística a lo largo de la Edad Moderna. Así, los más antiguos ejemplares presentan un corto muro de sillería, arquitrabado, tales como la Fuente de los Cinco Caños de Vélez-Blanco (Almería), de 1500 o el Caño de Wamba, en Alhama de Granada, de 1533. El primero ya cuenta con la ornamentación heráldica (familias Fajardo, Chacón, Cueva y Silva) así como con una elegante inscripción latina (Quia gustat hos latices non obliviscitur numquam: quien beba de estas aguas no olvidará su sabor), mientras que el segundo incorpora la heráldica imperial y decoración emblemática, alusiva los Reyes Católicos y a las columnas de Hércules. De hecho, la acumulación de motivos heráldicos y simbólicos y la epigrafía dedicatoria serán habituales en lo sucesivo.

Foto del Pilar de los Álamos

A partir del pleno triunfo del lenguaje renacentista, en torno a la década de 1530, los pilares tienden a aumentar de tamaño y a diseños más ajustado a la normativa clasicista: es decir, el muro como un fragmento arquitectónico independiente, flanqueado y/o dividido rítimicamente con apilastrados que separan caños, huecos, hornacinas o escudos. En la segunda mitad del Quinientos la proyectiva de fuentes llega a su punto culminante, al hacerse eco de un conocimiento más exacto del lenguaje clásico. De esta forma, los nuevos diseños de la época incorporan a menudo la utilización del orden rústico o almohadillado (dialéctica entre naturaleza y artificio), la adición de varios cuerpos o remates en forma de frontones. Un tratamiento, en suma, propio de una fachada monumental de signo cívico.

Foto del Pila de El Mármol

Conserva la provincia de Jaén una notabilísima colección de pilares renacentistas que reflejan claramente la evolución aquí comentada. Verbigracia: el Pilar de los Álamos, de Alcalá la Real (1552), acaso trazado antes por jacobo Florentino el Indaco, aunque sus tenantes heráldicos y grifos muestran el influjo de la soberbia cabecera del monasterio granadino de San Jerónimo, de Diego de Siloe; la Fuente Imperial de Segura de la Sierra, que aunque iniciada en 1511 seguramente es obra de la década de 1540, presentando dos cuerpos, un retablo heráldico entre pilastras y una curiosa crestería de remate de prosapia tardogótica; o la pequeña, señorial, Pila de El Mármol, con heráldica de resonancias vandelvirianas que conmemora la incorporación de esta villa en 1554 a las posesiones de don Francisco de los Cobos; o las Fuentes del Arrabalejo (1574) y Nueva (1596), en la capital: si la primera, atribuida a Alonso Barba, ostenta un diseño piramidal con copetes todavía deudor del sello de Vandelvira tan extendido en la comarca, la segunda es inspiración localista del manierismo romano por parte de artistas locales, como Alonso Hurtado.

Foto de la Fuente de los Caños de San Pedro

Destaca la notabilísima producción de fuentes por parte del arquitecto Francisco del Castillo el Mozo, introductor en Andalucía del manierismo romano, deudor de Vignola. Así, la Fuente de los Caños de San Pedro (1559), en Jaén, incorpora en un diseño aparentemente sencillo un ajustado programa clasicista: los niños que sostienen los caños simbolizan los tres raudales de abasto urbano (Alamillo, Santa María, Magdalena), mientras que los hermes que flanquean el conjunto aluden a los dos ríos locales, Jaén y Guadalbullón; el Pilar de La Guardia (1566), por su parte, es ejemplar de empaque con dos cuerpos y muro provisto de hornacinas aveneradas, para honra y gloria del señor don Gonzalo Mexía y Carrillo; y, sobre todo, la Fuente Nueva de Martos (1584), obra maestra, cuyo diseño almohadillado de tres calles evoca frontispicios de jardines italianos en los que trabajó, como villa Giulia de Roma, a las órdenes de Bartomeo Ammanati. Formó conjunto con la desaparecida Fuente de Neptuno, del mismo autor, así como con la monumental fachada de la Casa del Cabildo, contribuyendo a forjar una imagen humanista de la ciudad, en consonancia con los escritos de Diego de Villalta, evocando su mítica fundación por parte del dios romano de la guerra.

fuente pablo ubeda

Ya a finales de la centuria todavía en la provincia se levantaron otros monumentales ejemplares, con un diseño más desornamentado, propio del gusto oficial escurialense. Tal es el caso de la Fuente de San Pablo (1591), en Úbeda, de tres pisos y amplia heráldica regia, o la Fuente de las Cadenas (1606) de Cazorla, cuyo mayor atractivo estriba en las cadenas esculpidas en los frentes de su pila. En comparación con los ejemplares renacentistas, los pilares postreriores adolecen de cierta monotonía, aún siendo de destacar algunas buenas obras, como la apilastrada Fuente de Martín Gordo (1721), de Torredonjimeno o los sencillos Pilares de de la Mora y de la Tejuela o de Sacamoños, en Alcalá la Real, ambos documentados desde el siglo XVI, pero que parecen obras más tardías, de 1680 y de finales del siglo XVIII, respectivamente.

Pilar de Carlos V - Granada

En Granada es pieza magistral el Pilar de Carlos V, en la Alhambra (1545-1548), sobre el que volveremos al final de este estudio. Piezas menores, por otro lado, aunque bien resueltas como trozos de fachadas civiles, son el Pilar de San Jerónimo (1565) la Fuente Nueva (1616) y el Pilar de Cárcel Baja (1671), destacando por ser la última obra escultórica del gran artífice Diego de Siloe el llamado Pilar del Toro (1559), con el mascarón central que le da nombre y dos efébicas figuras vertiendo agua que acaso aluden a las dos acequias urbanas del Darro. Todos ellos, fueron trasladados desde su ubicación original en la década de 1940, para embellecer nuevos rincones de la ciudad; el mismo destino que el llamado Pilar de Don Pedro, de principios del siglo XVII, en realidad obra originaria de un edificio aristocrático, siendo de notar la excelencia y abundacia de pilares domésticos tanto en la Alhambra como en el conjunto de la arquitectura señorial granadina. Concebido como sencillo abrevadero, aunque con el añadido de una hornacina barroca dedicada a la imagen patronal de las Angustias, es el Pilar del Triunfo, en calle Elvira, reedificado en 1671.

fuente felipe

Fuera de la capital, y aparte el ya citado Caño de Wamba en Alhama, merecen destacarse el Pilar de la Torre (1673) en la misma ciudad, coronado por frontón; el pequeño Pilar de la Calle Real en Almuñécar (1559), con una alegórica figura de pechos manantes; la Fuente de los Caños Dorados de Baza (1607), monumental ejemplo de prosapia escurialense con heráldica en los entrepaños; o, en fin, la Fuente Santa de Loja (1576), asociada a dos albercas para tomar baños. Al respecto de esta obra cabe añadir aquí otra fuente lojeña que, aunque reformada en la contemporaneidad, habla de usos históricos seculares, como lugar de esparcimiento y recreo, mentidero local: la Fuente de los 25 Caños. Este tipo de obra de tratamiento más popular que arquitectónico, es frecuente en otros lugares que comparte el mismo orgullo por la abundancia de acuífero, en poblaciones serranas de Cádiz, Almería, Málaga o Granada.

fuente seis ca

La provincia de Málaga cuenta también con buenos ejemplares, aunque en la capital se reducen a la Fuente de la Calle de los Cristos (1790), pequeño pilón con dos mascarones que conmemora la traída de las aguas del acueducto de San Telmo, obra atribuida a José Martín de Aldehuela. La señorial Antequera contó con la barroca Fuente del Toro, destruida en el siglo XIX, al buscarse lo que indicaba su epigrafía: Frente del toro hay un tesoro (la propia Antequera, desde un mirador). La actual es reconstrucción moderna, y un ejercicio de anastilosis, al habérsele añadido una portada prodecente de un palacio y el conocido lema: Salga el Sol por Antequera. Buena obra de cantería, de reminiscencias herrerianas, es la señorial Fuente de los 6 Caños de Gaucín (1621) con sus mascarones antropomorfos. Por su sabor popular y por incidir, nuevamente en la abundancia de agua como signo de riqueza urbana, destaca la Fuente Lucena o de los 12 caños de Alhaurín el Grande, encalada, de perfil mixtilíneo y coronada por pequeña hornacina pietista, siendo obra barroca, al igual que el Pilar de la Iglesia, de Ardales. Por su monumentalidad, valor retórico y calidad, construida en mármol blanco, destaca la Fuente de Fernando VI de Vélez-Málaga (1758), cercana al barroco cortesano de Sabatini, con primer cuerpo apilastrado que separa los mascarones de los caños, ático para como soporte epigráfico y remate curvo central albergando la heráldica regia.

fuente del toro

En la árida Almería, aparte la citada Fuente de los 5 Caños de Vélez-Blanco, algunas poblaciones hacen gala del agua como seña de identidad. Tal es el caso de María, con sus pilares de carácter rústico (especialmente la Balsa de los Siete Caños, muy remodelada en varias ocasiones, desde el siglo XVI hasta la década de 1940), o de Berja, donde manan más de una decena de fuentes, casi todas ellas reformadas a partir del siglo XIX, salvo el ejemplar setecentista de la Fuente del Toro, que cuenta con dos pilas diferentes, para uso humano y ganadero. La Fuente de Laujar de Andarax (1684) es un notorio ejemplar barroco de estructura piramidal, coronado por frontón con la heráldica de la villa, correspondiendo a mediados de dicha centuria la Fuente de los Cuatro Caños de Vera, en piedra y ladrillo.

Foto de la Fuente Catalina - Cordoba

La capital cordobesa es rica en fuentes, destacando la Fuente de Santa Catalina, junto a la mezquita (siglo XVIII) y la Fuenseca (1760 ampliada en 1808) como paramentos arquitectónicos; la bella Fuente de la Piedra Escrita (1721), como composición que recuerda un retablo barroco o una hornacina urbana, o las concebidas como pilón o estribo adosado a un muro: la Fuente de la calle San Fernando (1796) o la Fuente de la Plaza de San Rafael (1809). Ya en la provincia cabe citar la Fuente de la Oliva en Montoro, fechada a principios del siglo XVIII, con cuatro caños que salen de otros tantos pilares, siendo semejante la Fuente del Pilar de Carcabuey y pudiendo corresponder a la misma cronología la Fuente del Chorrillo de Belalcázar, aunque ésta es señorial, con heráldica de los condes de Sotomayor. Y, en fin, la excepcional Fuente de la Salud, de Priego de Córdoba (1586). En su sólido paramento almohadillado naturaleza y artificio se integran bajo apariencia rústica como un divertimento formal. De su sentido iconográfico y simbólico trataremos al final de este estudio.

fuente abajo

 En Cádiz, Grazalema ofrece un buen ejemplar neoclásico de finales del Setecientos, con ocho caños, rematado en frontón: la Fuente Abajo, así como la coetánea Fuente de la Plaza. Igual ocurre en Benaocaz, con Fuente Allá y Fuente Santa. Ubrique, por su parte, cuenta con la Pila de la Plaza (1722) concebida como retablo de acusada verticalidad, y el abrevadero de la Fuente de los 9 Caños (1729) aunque el muro es remodelación del año 1937. El ejemplar más monumental de la provincia es la Fuente de las Galeras Reales (1735), para abasto urbano y de la flotas del Puerto de Santa María: un sólido paramento coronado por un ático tiene en su centro un elegante dosel que alberga la heráldica real y la lauda epigráfica dedicada a Felipe V. Es obra del arquitecto Bartolomé de Mendiola, reformados solería y grifos en 1842 por Diego Figueras.

fuente vieja

En la Baja Andalucía, en fin, conviene reseñar algunos ejemplos más. Así, en la provincia de Huelva: la Fuente Vieja de la capital, pilar abrevadero conectado a la cámara de decantación del subterráneo acueducto romano onubenese; la Fuente del Concejo en Zufre (1570), en la que destaca el caño emergiendo de una cabeza de león, mientras que el Pilar de la Dehesa, en Cartaya, de la misma centuria, presentan un aspecto más popular, dominando lo agropecuario sobre lo emblemático, como los diversos abrevaderos de Alájar; la Fuente de los 12 Caños de Fuenteheridos estuvo centrada por un crucero de mármol, de 1792, hoy desplazado a un lado, siendo el aspecto actual del conjunto de 1903; la Fuente del Barrio, en Castaño del Robledo (1728), ejemplar adosado conectado a un aljibe; o la Fuente de San Antonio, de Bollullos Par del Condado (1774), desde 1974 reconvertida en monumento al fraile homónimo. Y, en Sevilla, es de destacar la Fuente Vieja de Aznalcázar, curioso ejemplar formado por dos fachadas adosadas enmarcadas por pilastras y decoradas con azulejos, de 1773 y 1789 respectivamente.

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